México, uno de los países
más peligrosos para hacer periodismo.
El
pasado 2 de enero, Moisés Sánchez Crespo, editor del pequeño semanario
comunitario La Unión, en Medellín Bravo (Veracruz), fue asesinado por nueve
encapuchados que entraron a su domicilio, lo sacaron de la cama y delante de su
esposa e hijos, le quitaron su ordenador, cámara y celular, para después
cortarle el cuello. Sánchez Crespo no era una persona conocida, no tenía amigos
poderosos y su revista era gratuita y de circulación reducida. Tan sólo era un
periodista.
Esta
noticia volvió a sacudir al país con este tema, pero no es la primera vez. La
ONU cifra en más de 700 los periodistas asesinados desde 2005. Cifra que
convierte al país en uno de los más peligrosos del planeta para ejercer dicha
profesión (ocupa el puesto 148 de 180 países de la Clasificación Mundial para
la Libertad de Prensa).
Pero
todo esto va más allá, la cifra va aumentando considerablemente. Desde junio de
2014, han sido victimas una docena de reporteros, la mitad pertenecientes a
Oaxaca y Veracruz.
El
crimen busca a los más débiles, a periodistas de medios pequeños, con nula
seguridad. Con esto, su muerte se vuelve mensaje.
Javier
Garza, experto del Proyecto Periodistas en Riesgo, de Freedom House, menciona
que el secuestro suele proceder a la liquidación y luego llega la impunidad.
“El
objetivo es silenciar”, dice Garza. Una cifra más atroz es la del 90% que
pertenece a los ataques a la prensa que queda sin culpables.
Y
así, con estas condiciones limitadas y extremas, hay zonas en México donde la
libertad de expresión no existe. Las palabras se corrompen, las informaciones
no son afirmadas.
Por: Diana Laura Ortiz Robles.
l7_gsk
0 comentarios:
Publicar un comentario